Fueron muchos los que, rápidamente, criticaron aquella decisión. Locos, visionarios, a la quiebra Estas fueron solo algunos de los calificativos que se dedicaron entonces, a los responsables de la firma sueca. Ellos eran perfectamente conscientes de que dejar de lado el diésel tendría un tremendo impacto, a corto plazo, en sus resultados, ya que prácticamente no había concursos de transporte público para buses eléctricos. Y lo asumieron, con el convencimiento de que, a la larga, el camino elegido sería el correcto.
El camino correcto
El tiempo da y quita razones. Y en el caso de Volvo Buses, el resultado es evidente. Solo 10 años después, la electromovilidad ha llegado para quedarse. Ya nadie puede imaginar el transporte urbano sin electrificación, y la tendencia a corto y medio plazo indica que no solo no se revertirá esta situación, sino que se potenciará claramente. Las ciudades y las autoridades de todo el mundo coinciden en ello, como demuestran sus normativas.
Hace muy pocos días, la factoría de Volvo en Boras (Suecia) ha celebrado el hito del chasis número 200.000 que sale de sus líneas de producción, un chasis eléctrico BZL. ¿Coincidencia? ¿Casualidad? No lo parece.

