El transporte ha servido estos días, y seguro que lo seguirá siendo, como «arma» para captar votos. En todos los programas aparecen capítulos que hacen referencia al fomento del transporte público, unos más ambiciosos, otros algo más moderados, pero todos con la sostenibilidad y el respeto al entorno como denominador común.
Carriles reservados, ciudades de los 15 minutos, aligerar la congestión de tráfico, apuesta por la reducción de emisiones. Estos son apenas algunos de los aspectos que marcan el discurso de los candidatos y candidatas, y es probable que muchos de ellos pasen de meras promesas a acciones tangibles.
Algunas, por el camino
La lástima es que no todas las medidas cristalizarán. Muchas se quedarán por el camino, para desgracia de la ciudadanía, que es la que será la perjudicada llegado el caso.
No debería sorprendernos. Esas promesas incumplidas han sido habituales durante los últimos años, y es muy posible que lo sigan siendo en el futuro. Pero es harina de otro costal.
Lo que debería primar es el bien común. La movilidad de todas las personas, el acceso a la información y el incremento en la calidad de vida de los ciudadanos y ciudadanas. Todo lo demás sirve para ganar elecciones, pero dejaría en mal lugar a los ganadores.
Una vez que pasen 100 días desde que conozcamos los resultados de las urnas, será momento de comenzar a exigir responsabilidades.

