Pero la sociedad evoluciona. Y parece ser que, a juicio de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, tres colores no son suficientes para regular el tráfico urbano de la manera más adecuada. Por eso, proponen la incorporación del color blanco a los semáforos, sin eliminar ninguno de los anteriores, con el objetivo de descongestionar el tráfico y reducir el consumo de combustible.
La explicación a todo ello, que se recoge en el estudio que se ha publicado en IEEE Transactions on ITS, destina este color blanco a los cada vez más numerosos vehículos autónomos (es un proyecto a futuro). Este tipo de vehículos, sean turismos, autobuses o camiones, se conectarán directamente con el semáforo y seguirán sus indicaciones, cruzando la intersección o no en función de lo que les indique, algo que sucede a partir de los algoritmos de gestión del tráfico que se implementarán.
¿Y el resto, cómo actuará?
Además, el resto de usuarios de la vía, todos aquellos que no cuenten con conducción autónoma, deberán seguir lo que hagan esos vehículos sin conductor. Es decir, pasar si pasan los demás, o no. Los tres colores tradicionales se mantendrán operativos para los vehículos convencionales, en caso de que el blanco no proponga ninguna indicación, que sería prioritaria.
La cuestión es incluso compleja de explicar, pero da una idea de hacia dónde evoluciona la tecnología y la movilidad urbana. Otra cosa es la operativa y, al final, el grado de cumplimiento de esta nueva norma por los conductores humanos.

