Sin embargo, las opciones que tienen los transportistas a su disposición no son demasiadas, y parece ser que no terminan de convencerles.
Esta es la principal conclusión del estudio Seguridad e innovación en los profesionales del Transporte en España, elaborado por Fenadismer y Continental durante el pasado mes de octubre.
El documento analiza las respuestas anónimas a las 19 preguntas planteadas. Si bien es cierto que la muestra no es demasiado grande, puesto que las enviaron 240 empresarios, el resultado podría extrapolarse al Sector, porque en algunas cuestiones, el sentir generalizado es bastante significativo.
La pregunta nº 9
Llama la atención la pregunta número 9: Si tuviera que adquirir un vehículo nuevo, ¿de qué motorización sería?. La lógica invita a pensar que las energías alternativas deberían tener un peso predominante en las respuestas, pero lo cierto es que un 63% sigue pensando en el diésel como su próxima elección. Por detrás, otras energías alternativas (mayoritariamente el gas natural) son preferidas por el 20% de los encuestados, los híbridos se quedan en el 11% y los eléctricos apenas representan el 4% de la muestra. Un 4%…
La pregunta obligada es: ¿por qué? Y aquí entran en juego numerosos factores. En mente de todos está el precio, la falta de infraestructuras de recarga o sus carencias para determinados tipos de aplicaciones. Pero no podemos obviar otras igual de relevantes, como la incertidumbre sobre el futuro de los precios y suministro de la energía, o una oferta de vehículos que todavía no es demasiado notable (aunque lo será en breve, eso es cierto).
Sólo queda la vía del asesoramiento y la agilidad en las ayudas
Un escenario nada favorable para alcanzar los objetivos fijados por la UE, tanto en número de camiones eléctricos como de emisiones globales del Sector. Que, por cierto, están a la vuelta de la esquina, aunque no queramos reconocerlo.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Las exigencias normativas favorecerán, por obligación, la transición a lo eléctrico. Y la creciente conciencia social de las empresas (y sus clientes), también. Pero, ¿será suficiente?
Los transportistas tienen dudas, al igual que sus bolsillos (la inversión inicial es casi el triple respecto a un vehículo tradicional de combustión interna). Así que sólo queda la vía de la formación, el acompañamiento, el asesoramiento por parte de los vendedores e, imprescindible, que las distintas Administraciones sean mucho más ágiles en el trámite de las subvenciones a la compra. Que existen, pero que o no se conocen, o no son suficientemente atractivas. Y, además, tardan muchísimo en llegar a sus beneficiarios.
El camino a seguir está claro, pero parece que lo estamos recorriendo en segunda velocidad

