Parece complicado, a día de hoy, poder cubrir grandes distancias con baterías eléctricas, amén de su elevado peso (que penaliza la tara) y la complicación que supone la recarga en estos momentos, tanto por la falta de infraestructuras como por el tiempo a emplear.
Por eso, casi todos los fabricantes de vehículos industriales pesados se han puesto manos a la obra, tratando de diseñar un producto (que no parece demasiado complejo) que sea rentable para el operador. Y aquí es donde llegan los problemas.
Por un parte, el hidrógeno es caro de producir (por tanto, también su comercialización). Y, como hemos dicho en reiteradas ocasiones, solo tiene sentido si su color es azul o verde. Incluso el rosa, que procede de la energía nuclear, podría llegar a considerarse como una opción, aunque en España estamos lejos de tomar esa vía de desarrollo.
Y, por otro lado, tenemos la cuestión de las infraestructuras. Si las de puntos de recarga eléctrica no están evolucionando a la velocidad que requeriría la demanda del mercado, ni que decir tiene que las de hidrógeno van muy a la zaga.
¿Y ahora?
Entonces, ¿en qué situación quedamos? Parece que el h2 será la opción mayoritaria dentro de unos años, aunque existe consenso en que es demasiado pronto aún para su expansión a gran escala. Además, el ejemplo que tienen aquellos empresarios que apostaron por el gas natural, y que ahora no pueden operarlo por su disparatado precio, tiene a buena parte del Sector en alerta.
Y a esto último viene a sumarse el paso atrás que está danto Shell en su hoja de ruta, cerrando algunas hidrogeneras porque, al parecer, no son rentables. Incluso alguna cuidad de Alemania ha decidido parar sus autobuses de hidrógeno, esperando un escenario más favorable.
Son apenas dos ejemplos que contradicen la corriente mayoritaria, pero convendría tenerlos en cuenta, por si acaso.
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