A pesar de que, como recordaba el presidente de Atuc hace pocos días en su Congreso, España es el único país de nuestro entorno que mantiene el uso obligatorio a bordo del transporte público, la decisión se cimenta en motivos sanitarios y en un leve repunte de los casos, como explicó la ministra Darias tras el mencionado Consejo.
A seguir esperando
Así que tendremos que seguir esperando. O desesperando, quizá. Porque no es de recibo que cuando las mascarillas han dejado de ser obligatorias en todos los demás escenarios de la vida, excepción hecha de los centros sanitarios, el transporte público, que ha demostrado sobradamente que no es un foco de contagio, siga siendo señalado con el dedo.
Y lo que es aún peor: al menos en Madrid, el hastío de la población (especialmente los más jóvenes) está derivando en un incumplimiento cada vez mayor de la norma. Solo tienen que viajar en Metro cualquier día y verán que el porcentaje de gente que las lleva mal colocadas, o directamente no las utiliza, es importante y crece a diario.
Así que, o bien las retiran de una vez, algo que ya parece de justicia, o incrementan el control del cumplimiento de la norma. Cualquier otra opción carece de sentido. Ni común, ni de ninguna otra clase.

