«La movilidad es uno de los sectores más candentes, con empresas de nueva creación y fabricantes de equipos originales tradicionales que desarrollan constantemente nuevas tecnologías y opciones de transporte. Sin embargo, la afluencia de soluciones innovadoras aún no ha resuelto el problema de las carreteras congestionadas, y casi todos los países están notando sus efectos. Los conductores de Múnich pierden una media de 87 horas de tráfico al año; en Los Ángeles, el tiempo perdido en el tráfico alcanzaba las 119 horas antes de la pandemia, cuando las carreteras estaban más congestionadas.
En todo el mundo circulan actualmente 1.300 millones de vehículos, muchos de ellos privados. Hay 868 vehículos por cada 1.000 habitantes en Estados Unidos, 635 en Noruega y 391 en México. China, en comparación, sólo tiene 219 por cada 1.000 habitantes, pero aun así, hay más de 300 millones de vehículos en las carreteras. Los vehículos privados contribuyen a la congestión de las carreteras porque suelen acomodar a menos pasajeros que el transporte público u otras opciones compartidas. El atractivo de la propiedad privada sigue siendo fuerte en muchos países a pesar del reciente auge de los servicios de transporte compartido».
En esta dirección, el análisis de McKinsey «muestra que el coche privado se utiliza en el 45% de los desplazamientos, superando al transporte público, la micromovilidad (que consiste en patinetes y bicicletas y otros vehículos pequeños), los viajes compartidos, los servicios de taxi y los desplazamientos a pie».
Consecuencias dispares
«Este legado de congestión de coches privados no solo frustra a la gente. También anima a los promotores a construir garajes y a los funcionarios públicos a instalar más plazas de aparcamiento, engullendo un suelo urbano escaso y valioso que, de otro modo, podría dedicarse a parques u otros servicios. Estados Unidos, uno de los países del mundo más dependientes del automóvil, dispone actualmente de ocho plazas de aparcamiento por cada coche. Además, la ampliación de las carreteras y de las infraestructuras relacionadas para aliviar la congestión obliga a los gobiernos a gastar más en mantenimiento y funcionamiento. Y lo que es más grave, las altas tasas de propiedad de automóviles privados contribuyen a aumentar las emisiones de carbono.
En la próxima década, sin embargo, el ecosistema de la movilidad experimentará probablemente una transformación que no se veía desde los primeros días del automóvil, y uno de los principales cambios será la disminución del uso del coche privado. Los gobiernos ya están promulgando normativas para reducir el número de vehículos en circulación con el fin de aliviar la congestión y reducir las emisiones, y los consumidores también están expresando sus preferencias por opciones de transporte más eficientes, ecológicas y cómodas. A medida que avance la tecnología, podrían surgir opciones de movilidad aún más innovadoras, como los roboshuttles (minibuses autónomos compartidos de cuatro a ocho plazas) o los taxis aéreos urbanos.
¿El resultado de todos estos cambios? Un ecosistema de movilidad más inteligente, fluido y respetuoso con el medio ambiente», concluye el análisis en su primera parte.

