Sobre esta base, tan conocida como preocupante, se afirma que descarbonizar la movilidad en los próximos años es, por tanto, un garante de vida, además de una oportunidad para desarrollar alianzas entre diferentes agentes y avanzar hacia objetivos y compromisos más exigentes. El gran reto es conseguir resultados significativos para 2030 y lograr la neutralidad climática en 2050, cuando ya no haya lugar para los combustibles fósiles.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Esta pregunta, muy importante para saber de dónde venimos, es respondida por BBVA indicando que la revolución de los transportes nace con la nueva organización y transformación económica, social y tecnológica que supuso la Revolución Industrial en la segunda mitad del siglo XVIII. De la agricultura y el comercio generado en las zonas rurales se pasó a la industrialización en las ciudades. Esta realidad sustituyó el trabajo manual y el apoyo en la fuerza de los animales por la fabricación masiva, la maquinaria y el transporte de mercancías y pasajeros.
La introducción de la máquina de vapor en 1769 fue el salto y la expansión de los mercados. Junto con esta importante innovación, llegaron el desarrollo del ferrocarril, la navegación a vapor y la mejora de los caminos y las carreteras. Este factor, junto con la demanda de un número mayor de recursos, propició que las fábricas se multiplicaran y la circulación aumentara, concentrándose principalmente en las ciudades. Era el comienzo de un período de bonanza económica, pero con importantísimos daños colaterales: desde entonces hasta ahora, los cielos grises cubiertos por contaminación acumulan enfermedades que caen sobre la salud de la ciudadanía. También se registran importantes daños en su casa, que es el planeta tierra que habitamos, condicionando a las siguientes generaciones y agudizando la extinción de especies y biodiversidad.
El dióxido de carbono contribuye alrededor de un 66% al efecto del calentamiento global por la quema de combustibles fósiles y la producción de cemento, por lo que representa el gas de efecto invernadero más abundante de la atmósfera.
Y, si nos fijamos en nuestro país, solo en España, el sector del transporte supone más del 27,7% de las emisiones de GEI según el Informe Anual del Observatorio del Transporte y la Logística. A pesar de la Covid-19, el índice de emisiones en el mundo, como publica el Boletín de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y ratifica el último informe de Global Carbon Project, ha crecido rápido y marcado un nuevo récord durante 2020. Y está previsto que siga aumentando.
Por tanto, esta primera parte del estudio concluye afirmando que reducir todos los efectos que provocan estas cifras es una prioridad. Esta reinvención del modelo de transporte implica actuar ya con alianzas de gobiernos, sociedad civil, organizaciones y entidades financieras que proporcionen soluciones y alternativas sostenibles.

