Según el estudio, las ciudades no tienen más remedio que introducir restricciones como la LEZ (zona de bajas emisiones) o la tasa de congestión para para respetar sus obligaciones legales de cumplir los valores límite de la calidad del aire.
Uno de los principales problemas a los que se enfrentan las ciudades es la gestión de los efectos negativos de las UVAR (zonas de acceso restringido) en las partes interesadas, que es crucial para la aceptación de los sistemas.
En primer lugar, es necesario disponer de datos completos y precisos que sirvan de base a la política de UVAR: qué problema debe resolver y a qué vehículos debe dirigirse. También ayuda a anticiparse a las peticiones de exenciones que puedan surgir de la aplicación de la UVAR y, en consecuencia, disponer de un proceso de consulta adecuado para responder a las peticiones de exenciones o de atenuación de las medidas.
Los detalles técnicos de los planes resultan cruciales para anticipar adecuadamente los efectos en las partes interesadas.
El caso londinense
Por ejemplo, cuando Londres planificó su tasa de congestión, se debatió cuándo se detendría el horario de la tarde (por ejemplo, a las 18.30 o a las 19.00 horas), ya que esto repercutiría en el sector del ocio del centro de Londres. Cuando Londres estaba preparando su zona de bajas emisiones, la ciudad pidió a los vehículos pesados (HDV) que se registraran por adelantado antes de entrar en Londres.
Además de ponerse en contacto con las asociaciones comerciales europeas, Londres tenía personal en el puerto de Dover que repartía folletos a los conductores de vehículos pesados. La buena preparación y comunicación de la ciudad hizo que la gran mayoría de los vehículos pesados extranjeros se inscribieran en el programa con antelación. Pero esto requería una organización adecuada y un presupuesto para ofrecer una información clara a las partes interesadas.
En las ciudades europeas también se observan algunas repercusiones positivas de las UVAR en las partes interesadas: en Milán, el Área C obtuvo importantes resultados no solo en términos de indicadores medioambientales, sino también con respecto a la sostenibilidad económica y social. La reducción de los coches que circulan por el centro de la ciudad ha permitido reutilizar los espacios públicos antes reservados al aparcamiento. Por ejemplo, un área de aproximadamente 15 km2 cerca del Castello Sforzesco se convirtió en una zona peatonal, y se crearon nuevas estaciones de uso compartido de bicicletas y servicios de uso compartido de coches en la ciudad.
Además, la reducción del tráfico ha beneficiado a todo el sistema de transporte. De hecho, según la AICAI (Asociación Italiana de Mensajeros), el Área C ha supuesto un aumento del 10% en la productividad de las entregas de mercancías en el centro de la ciudad.

