Si hacemos un paralelismo con el cuerpo humano, algo que muchas veces hemos escuchado, podemos convenir por tanto que las carreteras serían las venas y arterias que hacen posible esa actividad vital.
Entonces, ¿por qué no las cuidamos un poco más? No tendría sentido obstruir los canales que hacen circular la sangre, pero tampoco estamos haciendo lo suficiente para permitir que el tráfico fluya mejor por las vías terrestres.
Proposición de la AEC
Así lo entiende la Asociación Española de la Carretera, que tras conocer los datos de siniestralidad aportados por la DGT correspondientes a la pasada Semana Santa (siete víctimas mortales más), ha aprovechado para recordar todas las acciones que, a su juicio, están pendientes de ser implementadas para mejorar el estado de las carreteras a nivel nacional.
Desde la AEC se recuerda que, en 2017, se elaboró un informe que ponía el acento en este aspecto. Sus recomendaciones eran (y siguen en vigor, porque no han tenido demasiada repercusión hasta el momento) incrementar las ‘carreteras 2+1’, aumentar el número de auditorías e inspecciones de seguridad vial, eliminar los tramos de concentración de accidentes, mejorar el estado del pavimento o adecuar su equipamiento (señalización vertical y horizontal, barreras de seguridad, balizamiento, iluminación.), por nombrar apenas algunas de las que se apuntaban en el informe. Por entonces, la propuesta era invertir 730 millones en tres años. Ese periodo ha expirado, pero si AEC la sigue recordando es porque, evidentemente, no se llevó a cabo.
Sea la de la AEC la línea a seguir, o sea cualquier otra, lo que parece claro es que mejorar el estado de las carreteras redunda en una mayor seguridad vial y una reducción de los accidentes. No hacerlo es como pegarse un tiro en el pie, o atentar contra la propia salud, volviendo al símil inicial. Por tanto, sería loable alguna actitud más proactiva en esta dirección.

