Desarrollar un plan global parece, a juicio de los autores, el punto de partida. «Dados los riesgos que entraña la captación de valor en el cambio hacia un transporte ecológico, las empresas con visión de futuro han dado prioridad a un plan integral de descarbonización centrado en los vehículos, la infraestructura y la gestión de flotas.
Estas empresas han establecido dicho plan antes de tomar decisiones críticas sobre la inversión en tecnología e infraestructuras, y muchas basan su enfoque en cuatro pilares clave:
- Diagnóstico. El proceso comienza con un diagnóstico del estado actual de las operaciones, teniendo en cuenta el tamaño y la composición de la flota, los requisitos de los vehículos, la longitud de las rutas y las prioridades empresariales.
- Desarrollo de la estrategia. Los líderes empresariales deben intentar una estrategia holística para alcanzar el modelo operativo del estado futuro. Las empresas pueden decidir qué vehículos y casos de uso priorizar, en qué tecnologías invertir y cómo deben gestionar las compensaciones entre los beneficios económicos y la reducción de emisiones.
- Pruebas y pilotaje. Las soluciones propuestas deben lanzarse a pequeña escala, con flexibilidad suficiente para permitir pruebas de presión de posibles interrupciones y para ayudar a cumplir los niveles de servicio requeridos.
- Ejecución. Tras la evaluación piloto y la iteración, los responsables de la toma de decisiones deben definir los parámetros críticos de ejecución, incluidos el abastecimiento, la construcción y las asociaciones con el ecosistema.
El proceso debe tener en cuenta la misión general de la empresa para que ésta pueda alinear la velocidad de ejecución y la priorización de los casos de uso con los objetivos internos y externos pertinentes.

Cada empresa que avance hacia la descarbonización tendrá que identificar las combinaciones más prometedoras de tecnología y aplicación en el contexto de sus propios modelos de negocio y ambiciones. A la hora de priorizar los casos de uso, resulta útil considerarlos a través de dos ópticas diferentes. La primera, que se centra en los factores económicos, prioriza los casos de uso para las clases de vehículos y rutas que son rentables y que producen los mejores beneficios en términos de coste total de propiedad. La segunda se centra en los beneficios de las emisiones y prioriza los casos de uso que producen la mayor mejora en este ámbito. Ambas ópticas pueden utilizarse para evaluar la velocidad óptima de la transición y ayudar a elegir las áreas de interés más adecuadas para el despliegue de tecnologías limpias.

