En el informe sobre Perspectivas Mundiales del Petróleo 2022, la Organización que reúne a todos los países productores de crudo apunta al año 2030 (y no 2025, como vaticina la Agencia Internacional de la Energía) para que esa demanda de petróleo se estabilice, algo muy beneficioso por otra parte para todos sus miembros (13 en la actualidad). Así que tendremos que tomar el dato con las lógicas precauciones.
De cualquier manera, y si hablamos de cifras, la demanda mundial de petróleo podría alcanzar los 103 millones de barriles diarios el año que viene, 2,7 millones de barriles más sobre la actualidad, y 1,4 millones de barriles diarios más si miramos la previsión que se realizó el año pasado. Esta tendencia al alza de la demanda no cede ni en 2027 (se esperan dos millones más de barriles diarios), ni en 2030, cuando la OPEP fija esa demanda por encima de los 108 millones de barriles/día, o 2045, cuando podría situarse rozando los 110 millones.
El futuro se enturbia
Con todo ello, los límites de emisiones establecidos en el Acuerdo de París parecen inalcanzables. Este escenario de incremento de las emisiones de CO2 vinculadas a la energía, al menos durante esta década, no es una buena noticia. Truncaría la evolución positiva y obligaría, presumiblemente, a replanteare no solo dichos límites a nivel internacional, sino también las estrategias y procesos para acercarse al éxito.
Porque la OPEP espera al final de la década una cifra de 35.000 millones de toneladas de CO2 emitidas anualmente, cuando en 2021 la cifra era de 33.700 millones, la cual no volveríamos a ver hasta 2045. ¿Será demasiado tarde?

