Esta evolución es debida, principalmente, a que los precios de la electricidad subieron menos que en diciembre de 2021 y a que los carburantes incluso bajaron. En el lado contrario, el vestido y calzado, el tabaco y los alimentos elaborados no ayudaron a la mejora de la inflación. La tasa de variación anual estimada de la inflación subyacente (índice general sin alimentos no elaborados ni productos energéticos) aumenta seis décimas, hasta el 6,9%.
Y la energía vuelve a ser la principal culpable. Del mismo modo que su repunte hizo dispararse los precios antes del verano, ahora su contención comparada con diciembre de 2021, en parte debido al tope del gas, también se hace notar. Sin embargo, ahora entramos en una nueva dimensión, puesto que a partir de enero dejan de estar vigentes los descuentos por litro repostado, lo que sin duda repercutirá de manera notable (y no muy favorable) en los próximos datos que conozcamos.
En el mes de diciembre, la tasa de variación anual estimada del IPCA se sitúa en el 5,6%, un punto inferior a la registrada el mes anterior. Por su parte, la variación mensual estimada del IPCA es del -0,1%.
No perder el foco
En cualquier caso, esto no debería hacer que desviemos el foco de la realidad. Es cierto que la inflación en España está bastante por debajo de la media europea al finalizar diciembre, pero también lo es que unos porcentajes tan elevados son difícilmente sostenibles en el tiempo.
El año que comienza llega lleno de incertidumbre en el apartado económico: la presión sobre los precios no parece que vaya a normalizarse durante el primer semestre, y lo peor es que no se tiene ninguna certeza sobre la duración del conflicto en Ucrania, que condiciona cualquier evolución.

