Pues bien, es posible que ya no tengamos que volver a hacerlo. La semana pasada, el Gobierno fijó la fecha del 7 de febrero como el día en que dicha obligatoriedad quede derogada.
La noticia, de llegar a cumplirse (esto puede cambiar en cualquier momento, y no depende solo de nuestro país), es una de las mejores que puede recibir el Sector. Durante muchos meses se ha demonizado de manera injusta e injustificada al transporte público como presunto foco de contagio del Covid, cuando no existe ni un solo informe fiable que apoye esta teoría.
Sin embargo, el lento proceso de eliminación de las mascarillas de nuestras vidas cotidianas ha dejado al Sector casi para el final. Y decimos casi, porque en el ámbito sanitario se seguirán exigiendo.
Tarde, mejor que nunca
Se suele decir que más vale tarde que nunca. Y con eso nos quedaremos. Tarde, desde luego, pero al final las mascarillas ya no tendrán que ser utilizadas a bordo de nuestros buses, autocares o vehículos de transporte escolar (uno de los mayores contrasentidos, por cierto).
En todo caso, apelamos a la responsabilidad personal. Que no sea obligatorio el uso de una mascarilla no quiere decir que, cuando sea necesario, tomemos la opción de ponérnosla. En el autobús, en el cine o en cualquier otro espacio donde lo consideremos conveniente, máxime si uno detecta algún síntoma que así lo aconseje. Es la mejor forma de que otros no tengan decirnos lo que debemos hacer.
Que le sea útil. Es nuestro mayor interés.

