Una organización empresarial no solo es lo que procesa y vende, es además lo que compra a otras empresas, sean materias primas, componentes, productos o servicios, para poder cumplir sus propios objetivos. Está inserta en una red de relaciones comerciales que la trasciende: la cadena de valor formada por sus proveedores. Por lo tanto, por mucho celo que una compañía ponga en su estrategia de sostenibilidad aplicada a su actividad directa, el impacto real siempre dependerá del balance de todas sus empresas proveedoras.
Esa sostenibilidad en cadena necesita el compromiso corporativo para mejorar los aspectos sociales, económicos y ambientales vinculados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas a partir de su aprobación en 2015. Por su parte, la Comisión Europea señala que las empresas son cada vez más responsables de los impactos medioambientales y sociales de sus procesos ascendentes o cadenas de suministro, que incluyen el uso ineficiente de los recursos, la pérdida de biodiversidad, los riesgos para la salud y la seguridad de los trabajadores, el trabajo infantil y forzoso, las emisiones de GEI y los daños para la salud y el medio ambiente derivados del uso de materiales peligrosos.
El difícil control de los eslabones
No obstante, extender la estrategia de sostenibilidad a la cadena de suministro y asegurar su cumplimiento se complica si sus eslabones se sitúan en países con criterios laxos en ese aspecto, como advierte el coordinador del Observatorio de RSC en España, Orencio Vázquez. Según la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), las cadenas de suministro son estructuras organizativas complejas, variadas, fragmentadas, dinámicas y evolutivas. Una cosa es que una corporación vigile sus propias prácticas y otra que tenga control sobre sus proveedores más pequeños. Miguel Ángel Soto, de Greenpeace, atribuye a la falta de transparencia y la complejidad de la cadena de valor que las empresas no puedan responder de manera efectiva por los impactos sociales y ambientales causados por proveedores y subcontratas.
Un estudio firmado por Verónica H. Villena y Dennis A. Gioia, de la Universidad de Pennsylvania, analizó tres multinacionales consideradas como líderes en sostenibilidad: una automotriz, otra electrónica y una tercera de productos farmacéuticos. Revisaron un conjunto representativo de sus proveedores en México, China, Taiwán y Estados Unidos. Encontramos problemas en todos estos países, afirmaban los autores en la Harvard Business Review. Los proveedores mexicanos carecían de sistemas de gestión ambiental. En China y Taiwán descubrieron prácticas ambientales marginales, condiciones laborales peligrosas y problemas crónicos de horas extra. En Estados Unidos, tres de los siete proveedores presentaban altas concentraciones de sustancias químicas en el aire.
El origen de ese problema es complejo, no solo responde a la baja exigencia de algunos lugares, también influye la presión de los clientes sobre proveedores mucho más pequeños. Con frecuencia realizan pedidos que superan su capacidad o imponen plazos poco realistas, afirman Villena y Gioia.

