La evolución del lenguaje utilizado para describir el nuevo entorno comercial mundial refleja la sensibilidad del debate, cada vez más complejo y lleno de matices, sobre el futuro de la globalización. En el centro de la cuestión está la confusión y la división sobre el enfoque que debe adoptar Occidente para contrarrestar la creciente influencia económica y militar de China. Aunque Europa y Estados Unidos reconocen que la dinámica de poder está cambiando, su capacidad para responder de forma más contundente se ha visto comprometida por la influencia del enorme mercado interior chino y por el hecho de que Occidente ha deslocalizado una gran parte de su capacidad de producción a proveedores chinos. En consecuencia, los mensajes que transmiten las preocupaciones económicas, políticas y de seguridad de los políticos deben equilibrarse con los riesgos inherentes a molestar al gobierno chino. Esto ha dado lugar a muchos equívocos en el lenguaje que utilizan.
La desglobalización se considera agresiva
Por ejemplo, los términos «desglobalización» y «desacoplamiento» se consideran ahora de naturaleza agresivamente antichina, ya que se entiende que describen políticas de la cadena de suministro diseñadas para aislar a China del resto del mundo. Los políticos alemanes han sido especialmente estridentes en su rechazo de estos términos, en gran parte debido al alto nivel de integración de la economía alemana con China, especialmente en sectores como el automovilístico y el químico.
En su lugar, se ha adoptado el término «de-risking» como alternativa aceptable. Este término se utiliza de forma mucho más neutra, sugiriendo que la dependencia excesiva de cualquier mercado único es imprudente, no sólo de China. Por lo tanto, los políticos occidentales pueden seguir fomentando la mitigación de riesgos en la cadena de suministro, como la deslocalización, el near-sourcing y las estrategias «China plus» (todas ellas bien vistas por el electorado) con menos riesgo de ofender a China, o al menos esa es su esperanza.
Por ejemplo, es sabido que Olaf Scholz, el canciller alemán, afirmó estar «firmemente convencido de que la desglobalización que algunos propagan actualmente es una aberración peligrosa», un mensaje obviamente dirigido a un público chino. Sin embargo, en un discurso posterior en un foro diferente, en la cumbre del G-7 en Japón en mayo de 2023, pareció reconocer la necesidad de reducir la dependencia de China aumentando la autosuficiencia. «El G-7 no tiene ningún interés en obstaculizar el ascenso económico de China y, al mismo tiempo, miramos de cerca para evitar dependencias económicas peligrosas en el futuro». Más tarde, el tono del mensaje volvió a cambiar cuando dijo que era urgente que las empresas se desvincularan de China, aunque no que se desvincularan.
Dejando a un lado los matices del lenguaje, los analistas se preguntan si es correcto transferir la responsabilidad de las relaciones internacionales a las empresas y si las ambigüedades del lenguaje diplomático utilizado por Scholz no hacen más que ofuscar las importantes cuestiones que están en juego.
(continúa en los próximos días)

