Hace dos años, antes de la agresión de Rusia contra Ucrania, una de cada cinco unidades de energía consumidas en la Unión Europea en 2021 se importaba de Rusia. Esta elevada dependencia de Rusia fue ampliamente reconocida como un riesgo, especialmente tras la ocupación rusa de Crimea. Y luego vino la invasión rusa de Ucrania. Rusia ya había aumentado la vulnerabilidad de Europa al no llenar deliberadamente los almacenamientos de gas a sus niveles habituales. Y ante el heroísmo ucraniano y la solidaridad europea, Putin decidió que había llegado el momento de amenazar directamente a Europa cortando el suministro de gas y utilizando la energía como arma.
Todos llevamos las magulladuras de las decisiones de Putin. Nos enfrentamos a decisiones difíciles y a incertidumbres, especialmente durante los inviernos. Pero tomamos las decisiones correctas. Ahora, sólo dos años después, Europa ha vuelto a tomar en sus manos su destino energético. El año pasado, una de cada 20 unidades de energía consumidas en la Unión Europea procedía de Rusia. Es cierto que la crisis frenó el impulso de la economía europea, pero los temores de colapso económico resultaron infundados. Y ahora los precios de la energía han bajado y se han mantenido bajos incluso durante la reciente ola de frío de principios de enero. Los depósitos de gas siguen bien abastecidos. Europa ha hecho verdaderos progresos en la mejora de la resistencia de su sistema energético.
¿Cómo ha sido posible?
Porque hemos actuado en colaboración. Porque teníamos mercados abiertos que funcionaban bien y buenos amigos en todo el mundo que intervinieron y aumentaron los suministros alternativos. Porque teníamos un Mercado Único que nos permitía redirigir los flujos de energía hacia donde se necesitaba. Pero, sobre todo, porque redoblamos la apuesta por las transiciones energéticas limpias, invirtiendo en las tecnologías limpias, eficientes y renovables del futuro.
‘La mejor energía es la que no se utiliza’
Las industrias y empresas europeas han sido fundamentales para ello. Las últimas cifras de la Agencia Internacional de la Energía muestran que el crecimiento de la capacidad de las energías renovables alcanzó otro récord en la Unión Europea en 2023. Y la Unión Europea mejoró la eficiencia de su uso de la energía (la mejor energía es la que no se utiliza) en casi un 5%. De este modo, convertimos el reto de Putin en una nueva gran oportunidad. El año pasado, por primera vez, la Unión Europea produjo más electricidad a partir del viento y el sol que a partir del gas. Y este año, por primera vez, la Unión Europea va a obtener más energía global de la eólica y la solar fotovoltaica que de Rusia.
Son buenas noticias. Pero en medio de las razones para el optimismo, no olvidemos una lección clave de la crisis. La dependencia excesiva de una empresa, un país o una ruta comercial conlleva riesgos. Por eso el Pacto Verde Europeo hace tanto hincapié no sólo en la reducción de emisiones, sino también en una presencia europea fuerte y competitiva en la nueva economía de la energía limpia. Esto incluye el liderazgo de Europa en tecnología, desarrollo e innovación de energías limpias.

