Esto será impulsado por el despliegue acelerado de las energías renovables y la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, que se reducirán en un 80% en comparación con 2021.
La cuota de la electricidad en el consumo energético se duplicará, pasando del 25% en 2030 al 50% en 2040. Esta procederá predominantemente del sol, el viento y la energía hidroeléctrica, pero también de tecnologías con bajas emisiones de carbono.
La demanda también cambiará. Las industrias que consumen mucha energía integrarán nuevas tecnologías y modernizarán sus procesos de producción. Las renovaciones energéticamente eficientes y las bombas de calor predominarán en el sector residencial.
Europa también ganará más soberanía energética. Porque hoy en día, Europa sigue dependiendo demasiado de los combustibles fósiles importados, pero en 2040, este porcentaje se reducirá al 26%. Esto reducirá el coste de la compra de combustibles importados y hará a Europa más resistente a las crisis.
En resumen, una senda hacia el -90% aporta importantes beneficios, es tecnológicamente viable y aportará energía asequible para la competitividad de Europa.
Las condiciones
En primer lugar: Europa tiene que replantearse su infraestructura energética. En la próxima década debemos redibujar el mapa de las infraestructuras en todo el continente. Necesitaremos superredes eléctricas. La red de gas debe reconvertirse para transportar hidrógeno o CO2.
Y ya nos estamos preparando para ello. Desde septiembre del año pasado, he trabajado en el Plan de Acción de Redes para impulsar los 584.000 millones de euros de inversión necesarios solo en esta década para las redes.
El pasado mes de noviembre adoptamos la primera lista de proyectos de interés común con arreglo al Reglamento revisado de las RTE-E. Esta lista incluye 166 proyectos de infraestructuras energéticas en redes, almacenamiento, captura de carbono e hidrógeno.
El próximo mes de junio, en el Foro de Infraestructuras de Copenhague, revisaré esta lista con todas las partes interesadas y veremos los primeros resultados concretos.
En segundo lugar, Europa debe ser capaz de atraer un nivel de inversión muy elevado durante un largo periodo de tiempo. Entre 2030 y 2040 debemos estar preparados para invertir 670.000 millones al año en el sector energético. Esta elevada cifra no carece de precedentes.
Y no olvidemos que hace sólo dos años, en 2022, Europa gastó 380.000 millones de euros en subvenciones para contrarrestar los altos precios y otros 640.000 millones en compras de combustibles fósiles.
Tengo todas las razones para mirar al futuro energético de Europa con confianza
La tercera condición previa es que tenemos que ser pragmáticos. Todos estos escenarios para 2040 que hemos examinado son tecnológicamente neutros y partimos de la base de que se desplegará una amplia cartera de tecnologías.
Por eso hemos adoptado hoy una Estrategia de Gestión del Carbono Industrial. La Estrategia presenta un marco completo de las acciones necesarias para establecer un Mercado Único de CO2.
Identificamos los diferentes pasos necesarios para todos los aspectos de la gestión del carbono, desde el transporte al almacenamiento, pasando por la utilización y la eliminación. Corresponderá a la próxima Comisión abordar las implicaciones reglamentarias.
También hemos decidido crear esta semana una Alianza Industrial sobre Pequeños Reactores Modulares para facilitar el despliegue de los primeros reactores de aquí a 2030 en los países que decidan hacerlo, respetando plenamente las normas más estrictas de seguridad nuclear y sostenibilidad medioambiental. Se trata, además, de una tecnología en la que Europa cuenta con una importante experiencia y una cadena de valor.
La dependencia del gas
Como comentario al margen, hace sólo dos años parecía que sería imposible mantener nuestra economía en funcionamiento sin el gas ruso. A pesar de esa situación, dos años después hemos reducido el consumo de gas en un 18% y hemos tenido mucho éxito sustituyendo el gas, cuando ha sido posible, por energías renovables. En los dos años anteriores añadimos 130 GW de capacidad de energía renovable.
Hay otros ejemplos positivos. Hace cuatro años, las bombas de calor tenían pocas cifras. El año pasado se instalaron tres millones de bombas de calor nuevas en Europa.
Tengo todas las razones para mirar al futuro energético de Europa con confianza.

