Una visión general
Permítanme que inicie esta comparecencia con una reflexión de carácter general sobre el punto en el que se encuentra España en materia de infraestructuras. Somos el primer país de la Unión Europea y el tercero en el mundo en kilómetros de autovías, de vías de alta capacidad. Solo nos superan China y Estados Unidos. Somos el segundo país del mundo en kilómetros de alta velocidad, solo nos supera China, pero somos el primero en población conectada a través de redes ferroviarias de alta velocidad. El 70% de nuestra población está conectada por tren de alta velocidad. Somos el primer país del mundo en gestión de aeropuertos, AENA es la empresa más importante del mundo, tenemos los mejores aeropuertos de la Unión Europea y somos el primer país de la Unión Europea por número de escalas en sus puertos. Por tanto, decir que este es un país magníficamente comunicado por tierra, mar y aire no es faltar a la verdad, es la realidad.
Pero, vayamos un poco más allá. A pesar de esa situación, que yo creo que cualquiera subrayaría como muy buena, es un éxito de país, es un éxito de nuestra democracia, es un éxito de todos los gobiernos que ha tenido España desde la llegada de la democracia, porque esto lo hemos construido entre todos y, además, es indudable que partíamos, hace más de cuarenta años, de una posición notablemente distinta. Si alguien, hace cuarenta años, nos hubiera dicho que este era el diagnóstico que íbamos a hacer de nuestras infraestructuras, pues nadie le hubiera creído. Pero esta es nuestra realidad y, sin embargo, escuchamos a lo largo y ancho de todo nuestro territorio voces de permanente insatisfacción. Las reclamaciones y las expectativas incumplidas en materia de infraestructuras son inagotables e inabarcables de norte a sur y de este a oeste.
Hemos convertido las infraestructuras en objeto de batalla política constante
Yo creo que esta es una responsabilidad también de todos. Haciendo un ejercicio de autocrítica, todos debemos convenir que hemos convertido las infraestructuras, por un lado, en un objeto de la batalla política constante entre unos y otros y, por otro, en un elemento permanente de agravio; lo que hay en un sitio no lo hay en otro. Es verdad que, en algunos casos, existen agravios y es verdad que, en algunos casos, estas reclamaciones están justificadas, pero hay otros en los que, en muchas ocasiones, las reclamaciones alcanzan tintes verdaderamente sorprendentes. Por tanto, empiezo esta comparecencia haciéndoles una propuesta. Sé que es una propuesta (algunos me lo han dicho) tremendamente ingenua, pero quiero hacerla porque estamos empezando, estoy empezando como ministro, estamos empezando esta legislatura y no renuncio a poder alcanzarlo. Les invito a que trabajemos en un acuerdo de país por las infraestructuras, porque los ciclos de las infraestructuras son muy superiores a los ciclos políticos y, por tanto, necesitamos sacarlas, al menos parcialmente, y está claro que no totalmente de la guerra política.
Tenemos que intentar, al menos, sentar unos criterios que sean estables, que tengan vocación de permanecer para que, con independencia del color político de los gobiernos que vayan pasando por este país, consigamos tener un mínimo consenso en materia de infraestructuras, que es imprescindible, como digo, para seguir avanzando, pero, al mismo tiempo, para no generar expectativas falsas ni frustraciones en el conjunto de nuestra población.

